El Litoral Oriente de Yucatán enfrenta una presión turística sin precedentes que amenaza tanto a sus ecosistemas como a las comunidades locales. La expansión de hoteles y desarrollos inmobiliarios ocurre sin un control efectivo, afectando humedales y zonas naturales protegidas.
En lugares como El Cuyo y Río Lagartos, la construcción rápida está alterando hábitats de especies emblemáticas, incluido el flamenco rosa. Especialistas advierten que la pérdida de estos espacios podría tener consecuencias irreversibles para la biodiversidad y la vida de quienes habitan la región.
La falta de claridad en la propiedad de la tierra complica la situación. La mezcla de terrenos ejidales, privados y concesionados ha facilitado la especulación inmobiliaria, elevando los precios y generando conflictos sobre el uso de los espacios naturales.
El avance del turismo también presiona los servicios básicos. Agua, electricidad y transporte sufren saturación, mientras que la contaminación de ríos y rías aumenta, afectando tanto a la población local como a la fauna acuática.
Inversionistas extranjeros han adquirido terrenos costeros a precios elevados, lo que amenaza con desplazar a habitantes originarios y alterar la estructura social de los pueblos. Esta situación refleja un modelo de desarrollo centrado en la ganancia económica más que en la sostenibilidad.
Expertos coinciden en que el Litoral Oriente necesita regulaciones estrictas y planeación responsable. De lo contrario, el crecimiento turístico podría traer beneficios temporales, pero dejaría un daño ambiental y social difícil de revertir.
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